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#MiOtraVida/ Maternaje, un acto de voluntad

En términos estrictos “ser madre” es simplemente haber parido a un hijo. Amarlo, criarlo, educarlo, acompañarlo, cuidarlo, nutrirlo física y emocionalmente es otra cosa, y se llama maternaje. Claramente, no todas las madres lo ejercen, ni todas las personas que lo ejercen son madres.

Para Mamá Guñá

Ser madre puede ser un accidente. Ejercer el maternaje es siempre un acto de voluntad, una decisión que no está relacionada con la biología, ni con la capacidad de procrear, pero sí con la capacidad de nutrir en el sentido más amplio de la palabra. Así pues, cuando celebramos el tan llevado y traído día de las madres, en realidad celebramos el día del maternaje. Y es por eso que nos sentimos impulsados a felicitar y a agradecer a aquellas mujeres que nos han dado su amor y protección, independientemente de que sean o no [nuestras] madres.

Cabe aclarar que, como acto de voluntad, el maternaje no proviene del “instinto” materno” que se ha cuestionado cada vez más por parte de quienes estudian el comportamiento humano, asociándolo en mayor medida con una construcción cultural de control que con un impulso innato inalienable. De ahí la existencia –no aislada sino bastante frecuente- de mujeres que deciden no ser madres. La experiencia del maternaje ni siquiera es exclusiva de las mujeres; también hay hombres que la ejercen –algunos le llaman paternaje- y es igualmente nutricio e importante para quien lo recibe. Se trata pues de una capacidad humana independiente de sexo, género, identidad, edad y estado civil.

Como acto de voluntad también es posible aprenderlo. O mejor dicho, es necesario aprenderlo, porque no viene natural, ni en hombres ni en mujeres, al no ser un instinto. Utilizamos nuestra capacidad de imitación y aprendizaje, nuestro sentido común y en una medida también nuestro sentido de supervivencia –ese sí, un instinto sin lugar a dudas.

Me gusta pensar, porque así lo vivo, que para ejercer el maternaje hacia mis hijos, es necesario primero ejercerlo hacia mí misma. Es ahí donde aprendo del amor incondicional, de la compasión, del no juicio, de los límites y del autocuidado, habilidades todas que una vez aprendidas en mi misma puedo aplicar en los demás.

Celebremos pues el maternaje –en mujeres, en hombres, en heterosexuales, en homosexuales, en madres y padres solteros o en pareja, en abuelos y abuelas, en tíos y tías, en hermanos y hermanas mayores, en madrinas, madrastras, vecinas, en nanas, maestras y amigas-, como se celebra a quien ejerce un oficio de alto riesgo de manera voluntaria. Con el reconocimiento y admiración de quien elige acompañar a lo largo de la vida a otro ser humano, para que crezca, para que aprenda, para que sueñe y persiga sus sueños, para que sobreviva a la soledad de la existencia, gracias a su presencia amorosa. Celebrémoslo por su coraje para elegir y aprender un oficio que se asume natural, aunque no sea capaz de encontrarlo en su catálogo de instintos.

Sobre la autora

Lilyán de la Vega es Coach de Vida, Instructora de Meditación, Conferencista, Activista por la Sororidad y Autora del libro Lecciones para Volar para una Bruja Moderna, publicado por Ediciones B. Trabaja todos los días en transformar el mundo, a través de la Sororidad, en uno más incluyente y amoroso para ellas y ellos.  Sus mejores maestros de lo que es importante en la vida son sus hijos S., de 16 años y R., de 9, con quienes aprende cada día el significado de vivir en el presente y atreverse a ser feliz.

 Correo electrónico: [email protected]

feis Transformación Personal desde lo Femenino.

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