¿Qué hacer con grupos de adolescentes difíciles?
-Maestro, ese grupo es terrible ¡hay que meterlos en cintura!, -Uy, maestro, esos chavos nomás se controlan con látigo.
Ni siquiera había conocido al grupo cuando se anunciaba una calamidad. Un grupo de 25 jóvenes “delincuentes”, “violentos” y “retadores”. Esto sin duda me angustiaba, pues, aunque llevo alrededor de 5 años como docente de bachillerato y licenciatura, siempre da temor que te adviertan que conocerás a un grupo terrible y te acabará.
De hecho ese grupo ya había “quebrado” a varios docentes a quienes “habían hecho llorar”, que “no aguantaron y se fueron”. Era interesante que tanto la institución y el grupo fomentaban la idea de que ellos eran lo peor de lo peor, totalmente incontrolables y destructivos. ¿Cuántas veces nos habremos comprado las historias que se dicen de nosotros? ¿Habrá alguna otra forma de definirnos cuando parece que el mundo completo se empeña en ver algo en nosotros?
Al llegar, me presenté, les hablé de la clase que les daría y les pregunté qué esperaban de la materia, pero desde ese momento se notó que algo en ellos ya se había creído lo que decían de ellos. Muchos ni me volteaban a ver, algunos estaban dormidos, otros usaban el celular, pero había 4 chicos al frente que aunque me veían, era claro que su mente estaba en otra parte. Esta dinámica es interesante porque normalmente los grupos, aún los más difíciles aguardan la primera clase para identificar al docente y conocerlo, sin embargo, en estos chicos ya ni siquiera había ese deseo. Todo deseo de conocer había sido aplastado por la certeza de que sería lo mismo.
Esta conducta es sintomática y por ello es necesario que los chicos hablen al respecto. Quizás pareciera inadecuado pero en ese momento las actividades planeadas son irrealizables. Antes se debe trabajar este asunto e indagar la historia del grupo, los conflictos pasados y el conflicto actual. De poco serviría quitarles el celular y obligarlos a que me vean porque por la fuerza difícilmente se logrará un ambiente cálido para trabajar y, poco a poco, hará tu vida docente miserable. Una maestra decía que el deseo de no aprender y no pensar es un síntoma antiquísimo que existe desde antes de la formación disciplinaria y cuyo fundamento podría atribuirse al estilo de enseñanza. Por ello, era importante que el grupo pudiera pensar en lo que lo hacía actuar de esa manera para así imaginar una nueva posibilidad.
Ocurrió lo siguiente: un alumno dijo “Qué se puede esperar de la escuela, todos los maestros son iguales, todos son cuadrados y quieren que hagas las mismas cosas siempre”. Otro alumno, dijo: “Pero nadie había hecho esto que usted está haciendo, todos son gente mayor que no entiende”. Con todos estos comentarios les devolví la sensación de impotencia en que estaban, así como la idea de que nada cambiaría y que aparentemente sólo podían aguantar las injusticias de un sistema que sólo quería que estuvieran quietos y robotizados.
Les dije exactamente lo que ellos habían comentado pero me escucharon y me parece que se logró un efecto porque ahora, aunque hablan varios al mismo tiempo y se enojan si no los atiendes en el instante, no me miran con el mismo desprecio que antes.
Podría decirles que algunos líderes del grupo han elegido dormirse en la clase o leer otras cosas pero eso implicaría que el grupo es su responsabilidad, y lo que creo, es que quizás sean un foco rojo, el “síntoma identificado”, pero todo el grupo es el que actúa a través de ellos y, por lo tanto, es con todo el grupo con quien hay que intervenir. ¿Tú qué hubieras hecho? ¿Cómo reaccionarías ante esto?
Julián Gómez Sepúlveda
Psicoterapeuta psicoanalítico enfocado al trabajo clínico con adolescentes y adultos. Egresado de Posgrado de la UNAM donde hizo la maestría y donde también cursó un diplomado sobre psicoanálisis y educación. En la misma línea, es docente universitario desde hace 5 años, luchando así por favorecer el pensamiento desde diferentes trincheras.
Correo electrónico: [email protected] @JuGomez21